lunes, 15 de junio de 2015

SIGLO DE LA RAZÓN Una Lluvia de Metales Novedosos

SIGLO DE LA RAZÓN
Una Lluvia de Metales Novedosos


A la luz de la definición de elemento dada por Boyle en el Químico Escéptico eran pocas las sustancias que se conocían al final del siglo XVIII. Se trata de sustancias que se hallan libres y generalmente en forma abundante dentro de la naturaleza o haciendo parte de algunos óxidos simples y de cuyo descubridor no se tiene el menor indicio; es el caso del Oro, la Plata, el Cobre, el Estaño y el Hierro, además de los ya mencionados Mercurio, Azufre y Plomo que se conocen desde la antigüedad aunque debe diferenciarse de los elementos propiamente dichos y los principios que tales nombres representaban. Otro de los conocidos desde épocas muy pretéritas por su abundancia y sobre todo por la belleza que presenta en su forma de diamante es el Carbono. En cuanto a la contribución de la Alquimia al descubrimiento de elementos se puede citar ya nombres y figuran el Arsénico de Alberto Magno, los de Basilius Valentin: Bismuto y Antimonio y el Zinc de Teofrastos Bombastus, Paracelso. La verdadera época del descubrimiento de las sustancias fundamentales todavía acababa de empezar.
Con la poderosa herramienta que significaba la clara descripción que de un elemento había hecho Boyle, solo fue cuestión de algún tiempo para que los "elementos" de los filósofos y los "principios" de los alquimistas comenzaran a sentir el suave barro de los pedestales sobre los cuales habían permanecido erigidos comenzando entonces el proceso de la determinación de las "nuevas" sustancias fundamentales. Era evidente que el interrogante de la antigüedad sobre la esencia de la materia estaba planteado en otros términos que hacían más fácil la búsqueda de su respuesta.
En 1669 correspondió a Henning Brand (c.1630 – 1670) ser el primer descubridor de un elemento por medios químicos. Como alquimista, estaba motivado por la búsqueda de la piedra filosofal, Brand trató cantidades de orina por un proceso detalladamente expuesto por el propio alquimista que involucraba en primera instancia una evaporación y en segunda una sublimación obteniendo una pasta de color blanco que brillaba en la oscuridad y altamente inflamable. Brand fue consciente de que había obtenido un nuevo elemento y dadas sus cualidades lo denominó Fósforo.
Al enviar su descubrimiento a la Royal Society de Londres, Boyle repitió el experimento y luego hizo una cuidadosa descripción del nuevo elemento.
ANALIZANDO LAS ROCAS 
La ciencia de la mineralogía, una de las ciencias de la Tierra, tiene en la antigua Grecia sus comienzos. No es de extrañar que sean Aristóteles (384 -322 a.C.) y su discípulo Teofrasto (370 – 185 a.) los primeros en describir minerales y sus propiedades, junto con explicaciones metafísicas. Aristóteles en su obra Meteorologica, y Teofrasto en De Mineralibus, dividieron los minerales en dos categorías: los afectados por el calor y los afectados por la humedad, como base de una teoría metafísica de la emanación, punto de partida de ideas posteriores sobre la generación de metales en la tierra, que se mantuvieron a través del Islam y de la Edad Media.
Existe una amplia literatura antigua sobre la descripción de los minerales entre las que le encuentra la de Plinio el Viejo (23 – 79) a la que dedica 5 volúmenes de su obra Naturalis Historia (77 d.C.) en las que clasifica ‘tierras, metales, piedras y gemas’. Los antiguos llegaron a reconocer no más de 350 minerales.
A principios del siglo XVI, el trabajo de un científico alemán, Georg Bauer, conocido como Georgius Agricola (1494 – 1555) titulado Bermannus, sive de re metallica dialogus (1530) se considera el punto de partida oficial de la mineralogía como ciencia moderna. Continuó con De veteribus et novis metallis en 1546 para culminar con la más conocida de sus obras, De re metallica de 1556. Este impresionante trabajo describe la minería, refinamiento y fundición de metales junto con discusión geológica de las minas, prospección, construcción de minas y ventilación. Su obra fue la máxima autoridad en el tema por los doscientos años siguientes. Se le conoce como “Padre de la Mineralogía”.

1734-EL COBALTO.
Correspondió precisamente al hijo de un boticario ser el iniciador de la nueva era de los descubrimientos de la esencia de la materia. Georg Brandt (1694 – 1768), químico sueco, era además de médico titulado un experimentado conocedor de la metalurgia. Su interés por la química era notable, Brandt negaba la posibilidad de la transmutación y se reía de la posible existencia de una piedra filosofal; su trabajo serio lo llevó a ocupar cargos importantes como la dirección del Departamento de Minas de su país. Estudiando como era su costumbre las características de los metales, se enfrentó al problema de una roca azul que se hallaba en las minas en compañía del Cobre, Brandt haciendo uso del método clásico de análisis, descubrió la presencia de una sustancia hasta entonces desconocida de color blanco rojizo, dura, difícil de fundir y que era atraida por los imanes como el hierro pero a diferencia de este, su "herrumbre" era de color azul; además cumplía con todas las exigencias de Boyle para la caracterización de un elemento. Brandt llamó a esta nueva sustancia elemental Cobalto, pues los mineros alemanes le habían dado ese nombre (Kobold, Gobelino o espíritu maligno) a la roca de la cual él la había extraído.

1742 -EL PLATINO.
Desde el inicio de la colonización, en la explotación del oro en el nuevo continente, en la Nueva Granada, hoy Colombia, se descubrió un metal que parecía de menor calidad que la plata. El descubrimiento se atribuye a un español llamado Antonio de Ulloa (1716 – 1795). Ulloa era marinero y un hombre dedicado al estudio y a la investigación, siendo muy joven pero destacado ya, fue enviado en 1735 al Continente Americano para que en el Ecuador midiera el arco de un grado de meridiano; diez años duró tal misión y justamente alrededor de 1742 cuando se trasladaba de Colombia hacia el Ecuador descubrió la existencia de extrañas y minúsculas piedras blancas de aspecto muy similar al de la plata. El descubrimiento solo se legalizó en 1745 después de su regreso al viejo continente donde fue tomado prisionero por los ingleses lugar en que trabajó sobre su nuevo metal al que llamó Platino, caracterizándose este por ser muy dúctil y maleable pero difícil de fundir. Antonio de Ulloa con frecuencia es considerado como uno de los hombres más brillantes de Europa, fundo el Observatorio Astronómico de Cádiz y fue autor de muchos escritos sobre Astronomía y Física además de haber sido un destacado político.
1751- EL NIQUEL.
Siguiendo la tónica de analizar las rocas encontradas en las minas, a lo que estaban dedicados gran parte de los químicos y no químicos de la época, nuevamente, como en el caso del Cobalto se halló un elemento de una roca común en las minas de cobre. En efecto, un alumno de Brandt, Axel Fredrik Cronstedt (Suecia, 1.722-1.765) utilizando el mismo método que le hubiera enseñado su profesor, analizó una roca de color verde a la que los alemanes llamaban "cobre de Nick" o cobre del diablo (Kupfernick), obteniendo de aquí un metal (no muy puro) al que llamó (y en esto también siguió el ejemplo de su maestro) Níquel. Cronstedt ante todo era mineralogista y fue el primero en introducir el uso del soplete en el estudio de los minerales, al crear un incipiente de estos aparatos a nivel del laboratorio.
Carl Wilhem Scheele (1742 – 1786) famoso no solo por descubir el Oxígeno, y tener el mérito del descubrimiento del Cloro, sin saber que se trataba de un elemento nuevo,
participó también en el descubrimiento de otros elementos no gaseosos. Este químico, además de Boticario, conocía más sobre la nueva Ciencia que cualquiera de sus contemporáneos al punto de que fue elegido miembro de la Academia Real de Ciencias de Suecia, lo que reflejó el conocimiento que de sus capacidades por la época se tenía. Scheele mantuvo relaciones científicas y amistosas con varios destacados pensadores e investigadores e influyó de manera definitiva en muchos de ellos. Los dos elementos que estaban próximos a ser descubiertos, no figuran a nombre de este genio sueco pero puede atribuírsele gran parte del mérito de estos hallazgos a su laborioso trabajo.
En Suecia desde el descubrimiento del Níquel se seguía trabajando básicamente con el mismo método analítico de Brandt pero los resultados no habían sido muy positivos con los minerales estudiados. Cerca de veinte años después del descubrimiento del Níquel, los mineralogistas habrían de encontrar otros elementos en las rocas.
1774- EL MANGANESO.
Scheele había estado trabajando al igual que otros químicos y mineralogistas en el análisis de una roca que era utilizada para dar la coloración violeta a los cristales, a la que llamaban Manganeso. Estaba muy avanzado en su estudio y sin embargo no había logrado completar satisfactoriamente el aislamiento de elemento alguno del mineral en cuestión; entonces fue su amigo el mineralogista sueco Johan Gottlieb Gahn (1745 – 1818) quien logró finalmente aislar un nuevo elemento haciendo uso del método clásico de análisis con pequeñas variaciones tales como calentarlo en aceite y carbón. Siguiendo con la tradición de los mineralogistas suecos de llamar a los metales como la roca de la que habían sido aislados (Cobalto y Níquel) Gahn denominó al nuevo elemento Manganeso.
1781- MOLIBDENO.
Otra roca a la que llamaban molibdena fue a sugerencia de Scheele estudiada por el mismo método que usó Gahn por otro mineralogista sueco Peter Jacob Hjelm (1743 – 1813) quién logró aislar un elemento nuevo el cual como era de esperarse fue llamado Molibdeno. Tanto Gahn como Hjelm revitalizaron el análisis de los minerales y el impulso que le dieron a este tipo de análisis duró lo suficiente para que en los años inmediatamente siguientes se encontraran nuevos elementos. El método se fue refinando hasta convertirse en una poderosa herramienta de búsqueda.
1782- TELURIO.
El descubrimiento del Telurio rompió con la racha de descubrimientos suecos. Fue un abogado austriaco, aficionado a la mineralogía, quién logró el nuevo éxito. Franz Joseph Muller Freiherr von Reichenstein (1740 – 1825), húngaro, estudiando un mineral involucrado con el Oro, aisló un elemento nuevo; sin embargo el descubrimiento fue prácticamente ignorado por algunos años hasta que estudiosos posteriores notaron su validez.
1783- EL TUNGSTENO.
Una vez más Scheele había estado estudiando un mineral conocido en Suecia como Tungsteno pero no había hallado la forma de aislar el elemento que él sospechaba contenía tal mineral. Correspondió en esta oportunidad a los españoles Juan José (1754 – 1796) y Fausto de Elhuyar (1755 – 1833), también por métodos aprendidos de los suecos, ser la persona que se le adelantó a Scheele. Elhuyar logró separar un nuevo elemento de la roca de Tungsteno y a este en la actualidad se le conoce bajo dos denominaciones, la original Tungsteno y como Volframio. Fausto fue enviado por la corona española al nuevo continente como supervisor de minas junto con su hermano José, quién murió en las luchas de Independencia en Santafé de Bogotá, Colombia; sin embargo Fausto logró regresar a España donde murió.

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