SIGLO DE LAS LUCES
Racionalismo Continetal: René Descartes
La filosofía aristotélica y tomista perdía cada vez más su atractivo como explicación racional del mundo natural ante los hechos incontestables de la nueva astronomía de Kepler y Galileo. Sin embargo, éstos no presentaban una alternativa filosófica aceptable equivalente a la gran visión del mundo que proporcionaba la escolástica. Los experimentos y las fórmulas matemáticas podían ofrecer un atisbo a una nueva concepción pero estaban lejos de presentar una comprensión del cosmos, del entorno natural, incluyendo al hombre mismo. Por improbable que pareciera, surgió un intelecto osado que se propuso crear por sí mismo, un nuevo esquema filosófico que lo explicara todo, sin arredrarse ante la inmensidad de la empresa. Este genio francés fue René Descartes (1596 – 1650), quien con sus escritos iría a influenciar todo el pensamiento occidental como iniciador de la filosofía moderna, y aunque sus ideas científicas no prevalecieron, su influencia en la naciente ciencia moderna fue tan decisiva que aún juega un papel primordial, no solo para bien sino para mal ya que, igual que con Aristóteles, sus discípulos no dudaron juiciosamente de todo sino que se han dedicado a repetir al maestro sin pensar en las consecuencias.
Desde 1619 inició la búsqueda ambiciosa de un sistema filosófico que tuviera el rigor y claridad que tanto le atraían de las matemáticas; en particular, la geometría euclidiana, que a partir de cinco postulados o principios puede demostrar todos los teoremas conocidos. Propone dudar de todo, la duda metódica, hasta llegar a principios indubitables. Este se alcanza en el “cogito ergo sum”, el famoso “pienso luego existo”, donde se establece como principio lo que es patente a la razón. Luego, se construyen otras proposiciones que conservan la auto evidencia hasta producir un sistema filosófico en el que todos estén de acuerdo. Solo a partir de 1628 cuando se fue a vivir a una pequeña ciudad holandesa, se dedicó a la ciencia, aunque ya había logrado ciertos avances en matemáticas y óptica. Cinco años más tarde, al conocer la condena de Galileo, decidió posponer la publicación de su libro, el Mundo, sobre el sistema del Universo y fue en 1638, en la Holanda protestante, donde se publicó su obra compuesta de cuatro tratados, de los cuales el primero, como introducción a los otros, se titula el Discurso del método, el más conocido de todos, donde provee una visión de su filosofía, la que a diferencia de Aristóteles, no es una metafísica con origen en la física, sino una física con bases metafísicas. El segundo libro es Óptica, el tercero sobre Meteorología, y en el último, Geometría, su principal aporte a la ciencia, presenta una unión de la geometría y el álgebra, la geometría analítica, herramienta esencial para la física moderna.
En su obra principal, Principiae Philosophíae, publicada en 1644, define filosofía como el “estudio de la sabiduría” o “el conocimiento perfecto de todo lo que podamos saber”, con el sentido práctico de atender las necesidades del hombre. Descartes presenta una visión del Universo a partir de los principios fundamentales de materia y movimiento, donde, en particular, explica el movimiento planetario asumiendo el espacio lleno de una sustancia material invisible, el éter, cuyo movimiento forma torbellinos que arrastran los planetas. En esta concepción no se requiere de fuerzas que provengan del Sol, y al proponer que todo movimiento es relativo, le permite conservar la Tierra “en reposo” respecto a su entorno ya que son los cielos, incluyendo estrellas y planetas, los que giran alrededor del Sol.
En cuanto a la mecánica misma, Descartes propone la cantidad de movimiento, que conocemos como “momento” o “momentum”, como una propiedad básica que no se crea ni se destruye, postulando una conservación total de dicha cantidad que solo se transfiere de un cuerpo a otro por medio de choques según reglas fijas. (Estas reglas fueron propuestas por su discípulo, el físico holandés Christiaan Huygens (1629 – 1695), quien formuló la ley de conservación del momentum y de la energía cinética en colisiones elásticas). Por tanto, Descartes no solo tiene claro el principio de la inercia, por el que los cuerpos, una vez en movimiento, conservan el movimiento rectilíneo hasta que otro cuerpo interfiera por medio de un choque y los desvíe de su trayectoria; sino que tiene una clara noción de la conservación de la cantidad de movimiento.
La implicación filosófica de este principio conlleva un Universo gobernado por principios eternos, con mecanismos determinados y deterministas, que funciona como una máquina; la diferencia entre los mecanismos de la naturaleza y las máquinas construidas por el hombre, como los relojes, solo se diferencian en que éstos son macroscópicos y los de la naturaleza microscópicos. Todo proceso natural puede explicarse a partir de materia y movimiento en un modelo mecánico, aunque Descarte advertía que dicho modelo era tan solo una posibilidad y no necesariamente el mecanismo que la naturaleza emplea.
Esta visión mecanicista del mundo natural no incluye al mundo del espíritu, porque, según Descartes, aunque el cuerpo del hombre es una máquina, su alma rige el pensamiento y pertenece a otra realidad, donde no operan las mismas leyes. Esta separación cartesiana entre cuerpo y alma es quizás la influencia más nociva de Descartes hasta nuestros días y la raíz de una separación indebida que en medicina, por ejemplo, los males del alma y los del cuerpo se tratan en forma completamente separada e independiente; en economía, a su vez, permite separar la actividad de una empresa del entorno en que actúa, llevando al gran desequilibrio en la concepción integral del hombre en su ambiente.
Para mitad del siglo de las luces, estaba de moda en las cortes europeas que los monarcas se rodearan de intelectuales respetados y Descartes se dejó llevar por la invitación de la reina Cristina de Suecia, quien entre sus muchas excentricidades figuraba el estudio de la filosofía a tempranas horas de la madrugada. En una ocasión, Descartes fue obligado a esperar a la intemperie por largo rato lo que le produjo una neumonía que lo llevó a la tumba. Corría el año de 1650.1598; El Edicto de Nantes otorga libertad de culto a los hugonotes
1610: Enrique IV es asesinado; Luis XIII, rey, bajo la regencia de María de Médicis
1614: Última reunión de los Estados Generales hasta 1789
1616: El cardenal Richelieu se convierte en primer ministro
1620: La nobleza se rebela contra el rey francés.
1622: El tratado de Montpellier termina la rebelión de los hugonotes.
1627: Nuevas revueltas de los hugonotes
1628: Termina el sitio de La Rochela
1642: Mazarin se convierte en primer ministro
1643: Luis XIV se convierte en rey de Francia
1649-1652: Guerra de la Fronda
No hay comentarios.:
Publicar un comentario