lunes, 15 de junio de 2015

EL SIGLO DE LAS LUCES Copérnico

EL SIGLO DE LAS LUCES
Copérnico


EL INICIO DE LA REVOLUCIÓN: DE NUEVO LA ASTRONOMIA ES EL CAMPO DE BATALLA

Es el mundo renacentista al que pertenece Nicolás Copérnico (1473 – 1543), quien había adelantado estudios humanísticos en la universidad de Cracovia, de derecho en la universidad de Bolonia, y obtenido un título en medicina de la universidad de Padua. En dichas universidades había conocido astrónomos motivando su interés en el tema. Encontró en Platón la inspiración para criticar el modelo geocéntrico de Ptolomeo y construir un nuevo sistema planetario con el menor número de movimientos circulares que reemplazara ese complicado sistema, eliminando tanto artificio, incluido el odioso ecuante. Copérnico busca la armonía y sencillez de los movimientos circulares de Platón, ya que considera que en un mundo creado perfecto, cualquier otro tipo de movimiento es inconcebible. Tampoco abandona las esferas transparentes aristotélicas pero propone un cambio en la descripción de los movimientos planetarios según el modelo heliocéntrico de Aristarco. Probó a partir de sus propias observaciones y cálculos geométricos que dichos movimientos podían explicarse por movimientos de esferas concéntricas circulares alrededor del Sol y un mínimo número de epiciclos y excéntricas para ajustar los detalles, descartando el ecuante. Era una nueva respuesta al planteamiento de Platón. Ante todo, explicaba en forma diáfana el movimiento retrógrado de los planetas, en particular de Marte. Además, la esfera externa de las estrellas fijas permanecía en reposo, lo que abría la posibilidad a un universo infinitamente más grande de lo nunca concebido anteriormente ya que las estrellas podían encontrarse esparcidas en un espacio infinito. También explicaba la precesión de los equinoccios. Vale la pena recordar que Copérnico era canónigo de la iglesia católica y conocía la necesidad de una reforma del calendario. Desde el concilio de Nicea en 325 d. C., se había fijado el domingo de Pascua como el domingo siguiente a la luna llena después del equinoccio del 21 de marzo; debido a que el calendario juliano corregía el año solar de 365 días añadiendo un día cada cuatro años, el año bisiesto, y resultaba una corrección excesiva, existía un desfase de 10 días en el siglo XVI, y desde hacía tiempo se pensaba en reformar el calendario. En 1514 el papa León X, hijo de Lorenzo de Médicis, incluso pidió la ayuda de Copérnico para adelantar los estudios, y aunque éste no pudo viajar a Roma, más tarde sugirió que su modelo permitiría resolver el problema del calendario, lo que finalmente se produjo en 1582, promulgado por el papa Gregorio XIII: el actual calendario gregoriano. Esto no implicaba aceptar el modelo heliocéntrico sino simplemente reconocer que era una forma más sencilla de hacer los cálculos.
El sistema de Copérnico ordenaba los planetas por su período, es decir, por el tiempo necesario para completar una órbita alrededor del Sol y este orden coincidía con el tamaño de la órbita:
“Saturno, el primero de los planetas, que realiza su revolución en treinta años, es el más próximo a la primera esfera (la esfera inmóvil de las estrellas fijas). Júpiter, que tarda en su revolución doce años, es el siguiente. Después viene Marte, cuya revolución se realiza en dos años. En cuarto lugar en la serie, se encuentra la esfera que contiene la Tierra y la esfera de la Luna, que llevan a cabo una revolución en un año. El quinto lugar es del de Venus, cuyo período de revolución es de nueve meses. Y, finalmente, en sexto lugar, se encuentra Mercurio, cuyo período de revolución es de ochenta días”.
Así, este modelo heliocéntrico ofrecía una visión de movimientos planetarios en perfecta armonía entre sí, lo que no lograba el sistema de Ptolomeo. Copérnico afirma que su sistema “ajusta tan exactamente el orden y magnitudes de todos los planetas, sus esferas o círculos orbitales y los propios cielos, que nada puede modificarse en cualquier parte de ellos sin perturbar las partes restantes y el Universo en su conjunto”.
Copérnico, consciente de los problemas teológicos que sus planteamientos originarían, escribió primero un opúsculo titulado Commentariolus, a manera de sondeo donde justifica sus ideas sobre el movimiento de la Tierra en los autores clásicos, incluyendo las de Aristarco, y confiaba que las ventajas de su teoría heliocéntrica sobre la geocéntrica lograría superar los prejuicios y ser aceptada. Al no encontrar una reacción adversa a este ensayo preventivo, se decidió por fin a publicar su obra, De Revolutionibus Orbium Coelestium Libri VI, Seis libros sobre las revoluciones de las órbitas celestes, que fue publicado cuando se encontraba ya en su lecho de muerte, en 1543.
De inmediato las ideas de Copérnico pasaron desapercibidas y no se produjo la reacción adversa que había temido. Para los datos de la época, las predicciones del modelo de Copérnico no eran muy diferentes de las que el modelo de Ptolomeo podía realizar así que no ofrecía mayor ventaja. Solo el tiempo decidiría el triunfo del modelo de Copérnico. El verdadero contenido revolucionario de la obra de Copérnico no radicaba en los cambios cosméticos de que ahora la Tierra fuera un planeta, la Luna un satélite y el Sol una estrella central, sino en el hecho de que al no ser la Tierra el centro del Universo, el hombre también dejaba de serlo. Perdía ese privilegio que se había arrogado de considerarse el centro de la creación y esto desafiaba las bases mismas de la visión renacentista del mundo y el papel del hombre en él.
La simplicidad, coherencia y encanto estético del modelo heliocéntrico no atenuaban el impacto a las creencias de la sociedad. Si la Tierra se movía alrededor del Sol, la posición de las estrellas debería cambiar, cambio conocido como paralaje, y nadie había detectado tal cambio, hecho que servía para afianzar la idea de la Tierra inmóvil en el centro del Universo. En el nuevo modelo, la ausencia de paralaje implicaba que las estrellas se encontraban a una distancia inimaginable, haciendo del Cosmos un lugar enorme, prácticamente vacío, donde la Tierra aparecía perdida en dicha inmensidad, y junto con ella, el hombre, haciéndole perder su lugar central, perdiendo las prerrogativas de ser el centro del Universo de Dante, de la creación divina. Esta nueva visión del hombre en el esquema del Universo no era atractiva y no iba a ser bienvenida por el mundo intelectual de la época. Aunque muchos leyeron el libro de Copérnico, solo algunos astrónomos la debatieron y muy pocos la aceptaron.
1519-1556: Los Monarcas Absolutos I
1509-1547: Enrique VIII
1515-1547: Francisco I
1519-1556: Carlos V

1519 – 1555: Carlos V y la Monarquía Universal

1521: Sebastián Elcano completa el viaje de Magallanes alrededor del mundo.
1521 – 1529: Guerra contra Francisco I de Francia por Navarra y Borgoña
1524 – 1525: Revuelta campesina en Alemania
1525: Batalla de Pavía: Carlos V controla Italia.
1529: Primer asedio de Viena por los turcos otomanos.
1530: Hernán Cortés conquista el imperio Azteca
1532: Francisco Pizarro lidera la conquista del imperio Inca
1534: Acta de Supremacía: el rey, cabeza suprema de la iglesia de Inglaterra.
1544: Se descubre la montaña de plata de Potosí en Perú
1545: Tregua de Adrianápolis entre los Habsburgos y Suleimán I
1555: Paz de Augsburgo. Cada gobernante define la fe de su estado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario